viernes, 27 de agosto de 2021

El Sol, por P. A. Secchi S. J. 1879

 Este es uno de esos libros que uno se encuentra en cuando va podando librerías, le resulta curioso, no se lo venden nada caro, y decide comprarlo para luego dejarlo olvidado en cualquier rincón de la estantería.

Así ha estado esta obra, publicada en 1879 y comprada hace al menos veinte años no recuerdo dónde, pero seguro que barata en algún puesto callejero.

Yo conocía al Padre Secchi de mis lecturas de Asimov, y sabía —sé—, que fue un astrónomo italiano bastante famoso, orientado a la investigación planetológica ya que de hecho aparece varias veces tanto en las obras de divulgación astronómica de Asimov, como en otras revistas estilo Investigación y ciencia

La obra fue publicada originalmente en Francia en 1875 y traducida al español en 1879, y cubre todo lo que se sabía en la época sobre el Sol, añadiendo en esta segunda edición algunos avances de última hora.

Son dos tomos, de 400 y 500 páginas respectivamente, tamaño más o menos cuartilla, tapa dura y que ha resistido bastante bien el paso del tiempo, al menos los libros que tengo yo, sin apenas manchas de óxido.

Es de muy fácil lectura, salvando las distancias de más de ciento treinta años, sin mucha figura retórica al uso, aunque hay pasajes bastante farragosos debido a las descripciones de aparatos y experimentos que resultan poco menos que incomprensibles.

Lo interesante del libro es cómo recoge lo que se sabía sobre el Sol en la época de la escritura, y cómo se las ingeniaban para llegar a conclusiones con tan poca (y tan difícil de conseguir) información.

El autor clava la descripción de las manchas solares, las protuberancias e incluso se acierta bastante con la medición de la rotación y del hecho de que dependiendo de la latitud, ésta es más rápida o más lenta.

Bueno, he de reconocer que hay demasiado sobre eso. Varias tablas recogiendo tamaños, formas y variaciones, amplias descripciones intentando llegar a una coherencia que realmente no existe, y una explicación final acertada pero de la que el propio autor afirma desconocer por qué se generan.

Otro acierto es la distancia de la Tierra al Sol, y no recuerdo haber leído nada sobre su masa.

Nos encontramos también en plena explosión de la espectroscopia de masas, rayas de elementos y demás, y aquí se nota que no es el fuerte del autor, aparte de que se equivoca en analizar los espectros del Sol, tanto los de absorción como los otros, poniendo elementos que no existen y dejándose otros como el helio… Posiblemente sin tener en cuenta que parte de las mediciones serían de elementos situados en nuestra propia atmósfera, sin descontarlos o ni siquiera nombrar la posibilidad de la contaminación atmosférica.

Sin embargo, en el segundo volumen, puede que escrito unos meses después, acierta en detectar helio, nombre dado al elemento desconocido en la Tierra pero presente en el Sol, pues hasta donde sé fue detectado por primera vez ahí. Y al final del libro comenta sobre los espectros de otras estrellas, pero sin indicar su composición aunque sí hablando del corrimiento hacia el rojo y la sorpresa de que al parecer todas las estrellas se están alejando de la nuestra… para terminar diciendo que es absurdo que nuestro Sol fuera el centro del universo, pero sin indagar más en la posibilidad de la expansión del universo.

Es a partir de la detección del helio, elemento que Secchi nombra como desconocido, cuando el libro entra de lleno en una serie de errores, como atribuyendo, tras una serie bastante laboriosa de cálculos, una temperatura de más de cinco millones de grados a la superficie del Sol (cuando la realidad es de unos 5500 grados centígrados).

Otro error es la explicación sobre la generación de calor y radiación, que la basa en la contracción gravitatoria y pasa de lado el problema de la presión.

Ojo, no estamos criticando al autor, ni mucho menos. Es lo que había y lo que se sabía en la época, desconociendo la posibilidad de la energía nuclear, que ni siquiera se había empezado a barruntar.

Ya para terminar, decir que el primer volumen contiene al final reproducciones fotográficas del Sol (una de ellas con una serie de puntos de color rojo, quizás pintados a mano), y el segundo trae varios insertos de reproducciones de espectros. Ambas cosas deberían ser carísimas de producir en la época.

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